Clon de él

Busqué un cuento inacabado. Busqué en las carpetas donde voy archivando mis textitos, y fuera de ellas también. Busqué debajo de la computadora, del sillón donde me siento, por la cama, atrás de la TV, y más nada. El cuenco inacabado, parece, se esfumó.

Se habrá usted preguntado por qué no utilicé la herramienta de búsqueda, como cualquier hijo de vecino haría. Y sí, lo haría, de saber qué nombre le di al archivo en cuestión. No lo recuerdo. A veces el nombre del archivo que es un cuento o que es un simple post, como este, es el que toma Word por default: la primera frase. Cuando tengo el título, lo uso para nombrarlo. Pero no tenía título. Creo que daré el archivo por perdido, y al cuento con él. Huyó de mí, ¿para refugiarse? ¿De mí? Es posible. Lo veo bastante probable. El cuento, intitulado, inacabado, debió temer una reescritura. ¿Lo habrán prevenido Isaac, La unánime noche y tantos otros textos? No, estoy casi seguro, más bien, que fue alertado por la horda de cuentos lázaros, esos experimentos frankensteinianos que, por más que traté de despolvarlos, pulirlos, airearlos, en fin, maquillarlos para salir a sociedad, quedaron peor que al inicio: muertos.

No, mañana no lo buscaré. Tengo la idea, y será mi venganza. Haré un clon de él: más fuerte, más grande, más guapo.

clon

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